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Los tipos que habitan los proyectos de la escuela.

  • fdm
  • Jul 2, 2016
  • 2 min read

Envidio la silueta del señor que mira hacia arriba con las manos en la espalda. Siempre tuvo una ubicación privilegiada. En las secciones, al menos. Es cierto que el pobre llevará años delante de cada fachada... Al menos, él contempla la insensata utopía que alguien imaginó probablemente de madrugada. Aquí afuera, los sueños se mueren detrás de cuentas bancarias y gente, llenas de ceros y de intereses. No saben quién es la madre que pasea con su hijo de la mano. Sólo quieren que viva en su cubículo de pasillos, paredes y sumas de metros cuadrados. No harán hueco a la niña que salta a la comba en un patio lleno de flores. Y sólo podrán ubicar al hombre que lee el periódico sentado en el sofá de su casa. Ni galerías ni zonas comunes ni plazas. No tienen cabida. Sólo me cruzo, a diario, con el tipo del maletín que camina cabizbajo. Igual de negro, igual de vacío.


Algo no funciona. Salgo a la calle y me pregunto dónde hemos puesto a esos amigos con sus mochilas sentados, al chico de la bicicleta, a la familia que pasea. Dónde está ese tipo que disfruta de las vistas apoyado en una barandilla, o el que señala al frente, siempre lo he imaginado fascinado. En los parques sólo hay niños digitales, ni rastro de aquellas siluetas que juega al fútbol o los que siempre aparecen saltando. No encuentro ningún lugar dónde poner a la pareja que baila cada uno con su brazo en alto. La mujer del elegante sombrero pasea a su perro entre unas vallas, y no están esos tres pequeños que juegan con cubos en el suelo a la sombra de algún árbol. Ellos habitaban cada esquina que dibujamos, cada cuarto, cada trazo que soñamos, cada idea. Sin embargo, no encuentran su hueco en nuestras aceras.


Según cuenta la leyenda que me estoy inventando, los dos tipos que miran el mapa encontraron un día la salida. Y guiaron al hombre que camina de perfil, a la mujer del carricoche y al resto de sus compañeros hasta nuestras ciudades. Estaban cansados de su rincón, de su postura, de aquel absurdo proyecto lleno de esquemas para aprender a habitarlo. Querían la libertad que les daría el plano de un arquitecto titulado. Entonces, se sintieron en una sección de estructuras, gris, en un alzado de construcción, lleno de hormigón, de ladrillos, de señales. Y fue tal la decepción cuando vieron lo que habían dibujado para los de afuera, que volvieron uno a uno a sus dwg. Y nunca se ha vuelto a ver por la calle a ninguno de los tipos que habita los proyectos de la escuela.


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