Nocturnidades.
- felipe diaz-miranda
- Jun 28, 2016
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A esas horas, supongo, era ya más efectivo citar a Enrique Iglesias que a Neruda. Vagábamos sin aparente rumbo, encontrando casualmente las calles más estrechas, que son siempre las más oscuras. Entonces, llegaríamos a alguno de esos funestos rincones que tienen las ciudades. Con un cubo de basura, unas macetas, unas latas de cerveza, un par de escalones o una verja que no lleva a ningún lado. Podríamos criticar la tenue y pálida luz que entristece estos callejones. Pero es probable, que si no fueran tan lúgubres estas esquinas, y tan horribles las luces que las iluminan, no tendrían la magia que tienen los peores lugares a las peores horas. Ni sería tan natural derivar aquella conversación banal en un beso. Después, seguiríamos naturalmente nuestro paseo, volviendo a la civilización, a los coches, a las avenidas. Caminando hasta el portal de tu casa. Dónde, tal vez, pudiera robarte otro beso, un hasta luego, un tal vez me escriba mañana, y dudar si girarme mientras me alejo calle abajo. A veces, con una violenta indiferencia, y otras, con un cosquilleo en el estómago y una estúpida sonrisa en la cara.
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